lunes, septiembre 29, 2003

La extraña luz continúo aumentando hasta que John no pudo ver nada. El pirata ya se había cansado de este tonto sueño, por lo que intentó pensar en otra cosa. Tal vez, si se esforzaba lo suficiente, podría soñar con algo más de su agrado. De esta manera comenzó a rememorar con gran intensidad a las hermosas nativas que conociera en sus viajes de saqueo por los mares del sur. La brillante luz comenzó a disminuir su intensidad entonces y el “loco” sonrió torvamente, anticipando los placeres que le esperaban en esta nueva fantasía. Sin embargo y para su total decepción, se encontró con algo totalmente diferente cuando sus ojos fueron nuevamente capaces de distinguir lo que se encontraba a su alrededor.

En lugar de un grupo de hermosas mujeres desnudas, frente a él se extendía un gran cementerio bañado por la luz de la luna. Tumbas oscuras se extendían en todas direcciones, mientras que un ave que no podía ver, ululaba en la sociedad de la noche. No era ciertamente una visión agradable, especialmente considerando que se trataba de un sueño. Para el bucanero esto indicaba sólo una cosa: se encontraba ahora en una pesadilla. Esta situación, más que asustar a John, lo molestó sobremanera pues su mente seguía negándose a cumplir con sus caprichos. Un ruido encima de su cabeza lo hizo distraerse un momento; a escasa distancia arriba de él, la pequeña mujer voladora parecía sumamente asustada. El “loco” se sorprendió de que siguiera siendo parte de sus sueños. Meneó el cabeza con desaprobación, convencido de que esta vez sí se había excedido demasiado con el ron.

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