Los personajes se sucedían interminables: el sabio Zaratustra, siempre hablando del superhombre, el atormentado Gregorio Samsa, convertido incomprensiblemente en escarabajo. Cada nuevo personaje que se presentaba ante mis ojos me abría un nuevo mundo, el cual nunca había sido capaz de imaginar. Así continúe leyendo hasta que no pude más. Ahora me encontraba exhausto, con los ojos doloridos, sintiendo que mi cabeza estaba a punto de estallar. Sin embargo estaba feliz. Hasta ese momento no había sido capaz de imaginar que existiera un mundo tan maravilloso como el que me habían mostrado aquellos libros. En mi mente agradecí a quien fuera que me hubiera mandado el paquete.
Entonces sucedió. De las penumbras que se encontraban en el lado opuesto de mi cuarto vino un ruido seco. Dejé de ver mis manos y miré en aquella dirección. De las sombras surgió una figura borrosa. Sin saber lo que pasaba continúe observando. La figura continúo avanzando, hasta que casi sin darme cuenta estuvo frente a mí. Era un hombre de unos cuarenta años, tenía una barba negra y larga. En su mano había un largo bastón de madera. Un escalofrío recorrió mi cuerpo antes de que él hablara: - Quiero hablaros del superhombre – dijo llanamente. Froté mis ojos con incredulidad, no podía creer que ante mi se encontraba el mismo Zaratustra.
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