El Tiempo Transcurrido
Me encontraba solo, pensativo. El tiempo transcurría lento y preciso. La noche parecía interminable. Se extendía en instantes congelados en los que observaba mis manos. Mis ojos me ardían, como si la sangre escurriera de ellos. Sangre ilusoria por supuesto, surgida únicamente de mi propia imaginación alterada. Pensé entonces en lo acaecido esa semana. La llegada del tren, el paquete que me había entregado el viejo mensajero. Nunca había visto tantos libros como cuando lo abrí. Nietzsche, Kafka, Sartre… la sucesión parecía interminable. Un mundo nuevo fue abierto para mí entonces. Desde su llegada no había parado de leer, devorando tomo tras tomo.
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