Kira surcaba el cielo estrellado a gran velocidad, dejando una brillante estela a su paso. Ante sus ojos sólo se extendía el caos y la destrucción. La isla entera gemía mientras la oscuridad continuaba expandiéndose. La pequeña hada podía ver como desaparecían bajo su terrible manto, bosques y castillos encantados, lagos maravillosos y montañas sagradas. El balance de Kerea había sido roto y ahora las pesadillas estaban libres para obrar a su antojo. No cabía duda que pronto devorarían no sólo la isla, sino el mundo entero.
Por esta razón, Kira no tenía tiempo que perder. La reina de las hadas le había encomendado una importante misión: encontrar en el mundo mortal a aquél capaz de retornar la paz al afligido reino. Un humano nacido exactamente bajo la conjunción de la constelación de Leo y los planetas marte y mercurio sería el único capaz de realizar tal hazaña. El hada recitó un breve encantamiento, el cual la conduciría al lugar donde se encontraba tal héroe y desapareció del cielo nocturno Kerea. Mientras tanto, la oscuridad continúo avanzando.
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